Parafraseando a Ford "Si crees que la vida es o no de color de rosa, de cualquier forma tienes razón"

¿Qué pasaría si cuando vemos una película, leemos un libro o escuchamos la experiencia de alguien estuviéramos asfaltando la carretera de información de nuestro cerebro?
Me refiero a que no importa que fuera cuento, chisme de revista o la broma de alguien, lo escuchado y visto pasara a nuestra mente al cajón de realidad de "Así son las cosas".
Imagine por un instante que el tema de las películas que le hacen sufrir, reír, llorar, pensar entraran como una cascada a su imaginación que no tiene una presa sino que se desborda libre e inunda la sensación de realidad.
Seguramente ha sentido al cerrar el último capítulo de esa gran historia o cuando aparecen los créditos de una fenomenal película algo "raro". Como tratando de conectarse con que hay que tirar a la basura las palomitas, buscar el boleto del estacionamiento, pagar y manejar a casa donde hay que cenar, prepararse para el día siguiente en dónde no estará el muchacho de Crepúsculo con su aura de misterio en la escuela, ni los carrazos a toda velocidad rumbo a la oficina, ni la música de fondo en una escena de dramatismo con la maestra de los niños.
¿Ha sentido esa "irrealidad"? El cerebro no distingue entre lo imaginado y lo vivido. Lea sobre ello en fuentes de confianza.
Cada imagen vista o escuchada reitera esa sensación. El cine, la lectura se convierten en verdaderas experiencias y los temas a los que dirigimos nuestra atención forman la misma convicción de que estamos practicando.
Y no estoy hablando de cuestiones metafísicas Estamos hablando del mundo práctico de los químicos del cerebro. Si una carcajada provoca endorfinas no importa QUÉ la causa (nuestro hijo haciéndonos cosquillas o un personaje en la pantalla que le hacen cosquillas), simple y sencillamente activa endorfinas.
Lo mismo ocurre para el llanto, el sufrimiento, el terror, la acción y suspenso. ¿Ha pensado qué géneros prefiere ver o leer? La acumulación de esas sensaciones "forman callo", dicho de una forma muy burda. Cada vez que la actriz sufre, su cerebro sufre con ella y, tanto se acostumbra que incluso se enfoca en las experiencias del mundo "real" que le causen ese mismo químico.
Si me fascina llorar a moco tendido en el cine mi vida poco a poco irá pareciéndose porque mi cerebro se habrá encargado de fijar mi atención en lo que le provoque la sensación ya tan "practicada".
Lo invito a que elija de qué quiere rodearse como si cada experiencia propia o ajena (de película, de libro, de chisme, de anécdota escuchada) fuera responsable de la creación de su realidad. Y si no le causa gran impacto aplicarlo en sí mismo, enfoque el interés en qué ven, leen y escuchan sus hijos para darse cuenta cómo se convierten en aquello en lo que más ponen su atención.
No tiene nada qué ver que usted o ellos crean en lo que ven o en lo que escuchan, de igual forma pasa por la corriente de la imaginación y arrasa o abona con los cultivos que tenga sembradosen el fértil campo de la REALIDAD.
Si quiere prevenirse, no sólo necesita un espantapájaros. Ese sólo aparenta ser una persona. Requiere una personita real capacitada para observar en su interior qué entra y qué se obtiene de ello.
A este observador hay que hacerlo reír de verdad y de mentiritas para que se acostumbre a rodearse de alegría, entonces sólo dejará pasar a la finca de su cerebro cosas bellas como verdes pasturas, vaquitas mugientes, familias con canastas de pic-nick.
¿Recuerda la sensación de "irrealidad" al salir del cine o cerrar el libro o escuchar un concierto que maravilló sus sentidos? Es su espantapájaros observando por qué se acabaron las sensaciones "experimentadas". Cuando acaba la película el observador se altera "¿Se acabó? ¿Dónde hay más de eso?" Mira ahora la supuesta realidad (las tiendas, las palomitas, la familia, la gente que sale del cine, el estacionamiento, el tráfico, el día siguiente) y se pasma ¡Esto no se parece!"
Dará la orden a todos los campesinos de su organismo "¡Búsquenme esa sensación!" Y todos se pondrán en marcha hasta reencontrarla, ya sea en otra película o trama o en lo que usted llama VIDA REAL.

¿Qué pasaría si cuando vemos una película, leemos un libro o escuchamos la experiencia de alguien estuviéramos asfaltando la carretera de información de nuestro cerebro?
Me refiero a que no importa que fuera cuento, chisme de revista o la broma de alguien, lo escuchado y visto pasara a nuestra mente al cajón de realidad de "Así son las cosas".
Imagine por un instante que el tema de las películas que le hacen sufrir, reír, llorar, pensar entraran como una cascada a su imaginación que no tiene una presa sino que se desborda libre e inunda la sensación de realidad.
Seguramente ha sentido al cerrar el último capítulo de esa gran historia o cuando aparecen los créditos de una fenomenal película algo "raro". Como tratando de conectarse con que hay que tirar a la basura las palomitas, buscar el boleto del estacionamiento, pagar y manejar a casa donde hay que cenar, prepararse para el día siguiente en dónde no estará el muchacho de Crepúsculo con su aura de misterio en la escuela, ni los carrazos a toda velocidad rumbo a la oficina, ni la música de fondo en una escena de dramatismo con la maestra de los niños.
¿Ha sentido esa "irrealidad"? El cerebro no distingue entre lo imaginado y lo vivido. Lea sobre ello en fuentes de confianza.
Cada imagen vista o escuchada reitera esa sensación. El cine, la lectura se convierten en verdaderas experiencias y los temas a los que dirigimos nuestra atención forman la misma convicción de que estamos practicando.
Y no estoy hablando de cuestiones metafísicas Estamos hablando del mundo práctico de los químicos del cerebro. Si una carcajada provoca endorfinas no importa QUÉ la causa (nuestro hijo haciéndonos cosquillas o un personaje en la pantalla que le hacen cosquillas), simple y sencillamente activa endorfinas.
Lo mismo ocurre para el llanto, el sufrimiento, el terror, la acción y suspenso. ¿Ha pensado qué géneros prefiere ver o leer? La acumulación de esas sensaciones "forman callo", dicho de una forma muy burda. Cada vez que la actriz sufre, su cerebro sufre con ella y, tanto se acostumbra que incluso se enfoca en las experiencias del mundo "real" que le causen ese mismo químico.
Si me fascina llorar a moco tendido en el cine mi vida poco a poco irá pareciéndose porque mi cerebro se habrá encargado de fijar mi atención en lo que le provoque la sensación ya tan "practicada".
Lo invito a que elija de qué quiere rodearse como si cada experiencia propia o ajena (de película, de libro, de chisme, de anécdota escuchada) fuera responsable de la creación de su realidad. Y si no le causa gran impacto aplicarlo en sí mismo, enfoque el interés en qué ven, leen y escuchan sus hijos para darse cuenta cómo se convierten en aquello en lo que más ponen su atención.
No tiene nada qué ver que usted o ellos crean en lo que ven o en lo que escuchan, de igual forma pasa por la corriente de la imaginación y arrasa o abona con los cultivos que tenga sembradosen el fértil campo de la REALIDAD.
Si quiere prevenirse, no sólo necesita un espantapájaros. Ese sólo aparenta ser una persona. Requiere una personita real capacitada para observar en su interior qué entra y qué se obtiene de ello.
A este observador hay que hacerlo reír de verdad y de mentiritas para que se acostumbre a rodearse de alegría, entonces sólo dejará pasar a la finca de su cerebro cosas bellas como verdes pasturas, vaquitas mugientes, familias con canastas de pic-nick.
¿Recuerda la sensación de "irrealidad" al salir del cine o cerrar el libro o escuchar un concierto que maravilló sus sentidos? Es su espantapájaros observando por qué se acabaron las sensaciones "experimentadas". Cuando acaba la película el observador se altera "¿Se acabó? ¿Dónde hay más de eso?" Mira ahora la supuesta realidad (las tiendas, las palomitas, la familia, la gente que sale del cine, el estacionamiento, el tráfico, el día siguiente) y se pasma ¡Esto no se parece!"
Dará la orden a todos los campesinos de su organismo "¡Búsquenme esa sensación!" Y todos se pondrán en marcha hasta reencontrarla, ya sea en otra película o trama o en lo que usted llama VIDA REAL.
SE COSECHA LO QUE SE SIEMBRA
AGREGUE AGUA A ESTAS SEMILLAS
AGREGUE AGUA A ESTAS SEMILLAS

Le regalo 3 habichuelas mágicas. Sólo tiene que sembrarlas en casa y la vaina qué crecerá puede cruzar las nubes. No se que halle si trepa por ella pero siempre están los cuentos asegurándonos que, a final de cuentas, todo resulta bien.
PRIMERA HABICHUELA. De aquí en adelante cambie frases de su REALIDAD como: "No se puede", "No hay dinero", "No tengo", "No creo que...", "No es posible", "No vas a poder" por posibilidades imaginarias como: "Sí, aunque no se me ocurre cómo", "¿Cuánto se necesita y cómo podemos conseguirlo?", "¿Para qué?", "¿De qué otra manera podmos conseguir eso mismo?", "Creo que sí. Sólo hay qué pensar cómo". "Es posible. Veamos qué hace falta", "Puedes, ¿qué plan tienes para conseguirlo?"
SEGUNDA HABICHUELA. De aquí en adelante sustituya el hábito de platicar de lo que pasó por conversar sobre lo que quisieran que pasara. Ocupa el mismo tiempo y causa la misma emoción la anécdota del tío que hospitalizaron por no vacunarse, qué compartir ideas sobre lugares que pueden visitar o actividades que quieren compartir con el tío cuando salga del hospital.
TERCERA HABICHUELA. Obsérvese. Cuando hable con sus hijos o con los demás o cuando haga cualquier cosa, imagine que está viendo una película de sí mismo. Haga notas o narre sus acciones. Si está diciendo algo, piense en cómo lo está haciendo "Entonces, la escritora tecleó con fuerza y algo de prisa antes que la idea tan buena se fuera a escapar. Luego sonrió y suspiró. ¡Listo! A enviarlo al Sol de Morelia".
¿TE LEO ESTE CUENTO?

Pasaron pocos días antes que surgiera una ramita verde de dos de ellos. Inmediatamente me imaginé las grandes riquezas que habría acumulado el ogro desde el último robo de Juanito. Me importaba poco la gallina de los huevos de oro pero el arpa que cantaba me causaba admiración anticipada.
Olvidé 15 días este cuento por el fin de ciclo escolar y tanta tarea por hacer pero la señora Inés me hizo favor de cuidar mis plantitas cuando buscaba mis calcetines bajo la cama para meterlos a lavar.
Vacaciones por fin y tantos juegos nuevos me dejaron cansado pero cuando regresé a la escuela en septiembre y las mismas tareas de siempre, los mismos juegos volví a recordar mis 3 frijolitos que habrían de llevarme a un lugar distinto y ver cosas nunca antes vistas... o bueno, sí, por Juanito pero por nadie más.
Cuando se desbordaban del frasco de Gerber los trasplanté a una maceta en la azotea. De ahí nadie me molestaría cuando fuera a escalar un rato por las tardes, después de ver TV y lavarme los dientes.
En diciembre nos pusieron a cantar villancicos ¡y soy malísimo! Pero Sofía canta como ángel. Puedo jurar que cayó del cielo. Un momento... traía una blusa de rayas grises como cuerdas de arpa... ¿Será?
Desde ese día acompaño a Sofía a su casa cuando no vienen por nosotros y le pido que cante. Le da pena y sólo se ríe pero su risa es como un acorde hermoso que podría encantar a cualquier ogro o a cualquier niño. Me preocupa que extrañe al ogro si no la trato bien. Soy muy gentil y simpático y la defiendo de quién se meta con ella.
Hoy en la noche, después de ver TV y lavarme los dientes no dejaba de dar vueltas en la cama, preocupado. No podía esperar más. Salí corriendo a la azotea y busqué los 3 frijoles para tirarlos a la basura. La matita verde quedó trozada entre cáscaras de huevo. No iba a permitir que crecieran y alguien bajara por la vaina desde las nubes a llevarse a Sofía.
Publicado en El Sol de Morelia
1ª entrega de abril
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